El Bugatti Tourbillon ha llegado para marcar una nueva era en el mundo de los hyperdeportivos. Su presentación mundial en Molsheim no solo destacó su impresionante diseño, sino que también subrayó el arduo trabajo de ingeniería que lo respalda. Este automóvil fue concebido para desafiar los límites de la física, centrándose en un aspecto clave: la aerodinámica. La evolución del Chiron hacia el Tourbillon no es solo una cuestión de mejorar el diseño, sino de llevar la eficiencia aerodinámica a un nivel nunca antes visto.

El proceso comenzó con un desafío claro: superar el rendimiento ya destacado del Chiron, un vehículo ya conocido por su baja resistencia al aire. Sin embargo, como destacó Paul Burnham, ingeniero jefe del vehículo en Bugatti, la necesidad era clara: “Con el Tourbillon, debemos hacer mejor lo que ya parecía perfecto.” La tarea consistió en ir más allá de lo que se había logrado hasta ahora.

Para alcanzar ese objetivo, Bugatti recurrió a simulaciones avanzadas de dinámica de fluidos computacional (CFD) que proporcionaron una visión inicial de lo que se podría esperar del vehículo. Sin embargo, el verdadero trabajo comenzó en el laboratorio de pruebas. Apenas quince meses antes de la presentación del Tourbillon, un equipo de ingenieros y aerodinamicistas se reunió en un túnel de viento de última generación en Italia. El objetivo era probar un modelo a escala del Tourbillon y validar su diseño aerodinámico. Esta primera fase de pruebas fue crucial, ya que permitió a los ingenieros ajustar la forma y los componentes del vehículo para optimizar su rendimiento a altas velocidades.

David Šoštarić, jefe de aerodinámica de Bugatti Rimac, explicó que estas pruebas no solo se centraron en el rendimiento aerodinámico, sino también en la maniobrabilidad del vehículo: “El modelo a escala fue una herramienta clave para ajustar el rendimiento y la eficiencia dinámica del Tourbillon.” Los componentes del modelo fueron creados utilizando impresión 3D, lo que permitió una precisión máxima en las mediciones. A través de sensores de presión ubicados estratégicamente en todo el cuerpo del vehículo, los ingenieros pudieron medir flujos de aire, puntos de presión estática y velocidades del aire, todo con el fin de perfeccionar el diseño y asegurar que el Tourbillon ofreciera un rendimiento excepcional.


El trabajo de los ingenieros se centró en varias áreas clave, como la reducción del área frontal, la integración de un difusor trasero avanzado y la optimización de la cabina. Estos esfuerzos culminaron en un vehículo que no solo es más aerodinámico que su predecesor, sino también más eficiente y estable a altas velocidades.
El objetivo final del equipo fue claro: optimizar el coeficiente de arrastre y mejorar el flujo de aire sobre todo el vehículo. Después de meses de pruebas y ajustes, el Tourbillon alcanzó una estabilidad impresionante, siendo capaz de alcanzar su velocidad máxima incluso sin desplegar el alerón trasero, algo que demuestra la sofisticación de su diseño.

La evolución del Tourbillon continuó en el túnel de viento, donde el modelo de escala se convirtió en un prototipo a tamaño completo. Con la transición de un modelo pequeño a un prototipo completo, Bugatti dio un paso más en la calibración de sus herramientas de simulación, alcanzando un nuevo nivel de precisión en los resultados obtenidos.


El Tourbillon no solo es una obra maestra de la ingeniería, sino también el resultado de la fusión de décadas de experiencia en motores de combustión con la tecnología eléctrica más avanzada. Su sistema híbrido marca una diferencia significativa con los modelos anteriores, lo que también implicó una mejora en el sistema de refrigeración, diseñado para manejar el rendimiento del coche. Cada detalle ha sido cuidado al máximo, desde los flujos de aire en los canales del radiador hasta las entradas detrás de las puertas, todo para asegurar que las simulaciones digitales coincidan con los resultados físicos.