La historia de Rolls-Royce está marcada por figuras icónicas que contribuyeron a cimentar su prestigio, pero pocos nombres son tan fundamentales como el de Eric Platford. Su labor en pruebas y desarrollo de vehículos, así como su participación en competiciones y desafíos técnicos, fue clave para consolidar la reputación de la marca en sus primeras décadas. Aunque su legado ha sido menos reconocido que el de otros protagonistas de la compañía, su impacto en la ingeniería y el rendimiento de los automóviles Rolls-Royce resulta incuestionable.
Nacido en Manchester el 25 de febrero de 1883, Platford creció en un entorno modesto y desde joven mostró habilidades para la mecánica. Su primer contacto con el mundo industrial llegó cuando ingresó en General Electric como aprendiz, aunque poco después pasó a formar parte de Royce Limited en 1900, donde iniciaría una carrera que lo vincularía de por vida con la empresa que más tarde se fusionaría con Rolls-Royce.
El desarrollo de los primeros automóviles de Henry Royce a principios del siglo XX llevó a Platford a involucrarse en el ajuste y prueba de motores. Con el tiempo, se convirtió en uno de los principales responsables de evaluar el rendimiento de los vehículos, una labor que lo llevó a convertirse en piloto de pruebas. En 1905, su talento le permitió formar parte del equipo de carreras de la marca, comenzando como mecánico de Charles Rolls en la carrera Tourist Trophy de la Isla de Man.
A medida que Rolls-Royce se afianzaba en la industria, Platford adquirió un rol aún más importante. Fue determinante en las victorias obtenidas en pruebas de resistencia como los Scottish Motor Trials y el histórico 2,000 Mile Trial de 1907, donde el ‘Silver Ghost’ demostró su fiabilidad y superioridad técnica. Tras estos logros, en 1908 fue ascendido a Jefe de Pruebas, una posición que le permitió supervisar el desarrollo de nuevos modelos y dirigir el departamento experimental durante varios años.
Uno de los hitos más relevantes en su carrera fue su participación en el Alpine Trial de 1913, un desafío clave en la consolidación de Rolls-Royce como fabricante de referencia. Luego de un desempeño irregular en la edición de 1912, la compañía decidió reforzar su estrategia y envió a Platford a Austria para evaluar las exigencias del recorrido. Su análisis permitió la introducción de mejoras en el sistema de transmisión y refrigeración, lo que resultó en una victoria indiscutible para los ‘Silver Ghost’, ocupando las cuatro primeras posiciones.
Su experiencia en competiciones también lo llevó a formar parte del equipo que participó en el Gran Premio de España de 1913. En aquella ocasión, se encontraba liderando la carrera hasta que recibió órdenes de ceder la posición a Carlos de Salamanca, quien acabó llevándose la victoria. Este tipo de estrategias, habituales en el automovilismo, reflejan la lealtad y compromiso de Platford con los intereses de la compañía.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, su labor se orientó hacia la aviación, supervisando las pruebas de los motores V12 Eagle utilizados en aviones militares. Su conocimiento resultó crucial en la instalación de estos propulsores en el Vickers Vimy que, en 1919, realizó el primer vuelo transatlántico sin escalas, pilotado por John Alcock y Arthur Whitten Brown. Platford se aseguró de que los motores estuvieran en condiciones óptimas para la travesía, consolidando aún más la reputación de Rolls-Royce en el ámbito aeronáutico.
Durante la década de 1920, su responsabilidad creció, supervisando los procesos de prueba y control de calidad tanto en la producción de automóviles como en el desarrollo de motores de aviación en la fábrica de Derby. Su conocimiento y pericia lo convirtieron en una de las figuras más respetadas dentro de la compañía, siendo el encargado de recibir a dignatarios y personalidades que visitaban las instalaciones.
La relación entre Platford y Henry Royce trascendió lo profesional, llegando a convertirse en una amistad basada en el respeto mutuo. En 1925, Royce le obsequió una fotografía autografiada, un gesto inusual para la época, reflejando el aprecio que sentía por él. Además, cuando Platford contrajo matrimonio en 1908, Royce le cedió su propio vehículo para la luna de miel, un detalle que demuestra la confianza y admiración que existía entre ambos.
El fallecimiento de Eric Platford en 1938, a los 55 años, puso fin a una vida dedicada a la excelencia en la ingeniería y la competición. Su contribución a la consolidación de Rolls-Royce como sinónimo de calidad y fiabilidad fue invaluable. A través de su trabajo como piloto de pruebas, desarrollador y competidor, dejó una huella imborrable en la historia del automovilismo y la aviación, desempeñando un papel esencial en los primeros éxitos de la marca.
