Facebook
Twitter
LinkedIn
Telegram
Reddit
Email
WhatsApp

comparte la noticia

Mazda CX-80: el mejor Mazda de serie que hemos conducido (con el permiso del MX-5)

Nunca habíamos conducido un Mazda de serie que nos dejara tan buenas sensaciones como este CX-80. Dejando al margen al inimitable MX-5, este SUV de siete plazas es, con diferencia, el modelo más refinado, más coherente y más logrado que la marca japonesa ha lanzado en Europa en los últimos años. En esta prueba, nos centramos en la versión con motorización diésel, la que probablemente tenga más sentido en el mercado español por equilibrio, consumo y capacidad para viajar en familia.

Mazda ha estirado su gama con una propuesta ambiciosa. El CX-80 no solo supera los cinco metros de largo, sino que se ha diseñado para responder a un tipo de cliente europeo que busca espacio real para siete pasajeros, una buena carga tecnológica, una calidad de acabados convincente y, sobre todo, un comportamiento rutero a la altura de sus expectativas. Y sí, lo consigue.

Mide 5,10 metros de largo y su distancia entre ejes también ha crecido respecto al CX-60. Esto se traduce en una segunda fila de asientos notablemente más amplia, con capacidad para regular en longitud y reclinar el respaldo. La tercera fila está ahí para emergencias o niños, pero cumple, y eso ya es mucho. Cuando se repliega, el maletero pasa a ofrecer 680 litros de capacidad, suficientes para el equipaje de toda la familia. Si también se abate la segunda fila, se alcanzan 1.545 litros. Mucho volumen, formas muy aprovechables y un portón de gran apertura.

Lo más interesante de esta unidad de prueba está bajo el capó. Mazda sigue apostando por la combustión de seis cilindros, y eso se nota. Su bloque diésel en línea de 3.3 litros entrega 254 CV con un par de 550 Nm, asociado siempre a una caja automática de ocho marchas y un sistema de tracción total. Frente a las propuestas híbridas enchufables que dependen de una recarga constante para ser eficientes, esta versión resulta más honesta. Tiene una respuesta contundente, gasta razonablemente poco y no complica el uso diario.

En conducción real, y con carga, hemos registrado consumos de entre 7,5 y 8,6 litros cada 100 kilómetros. En autovía, estabilizando a 120 km/h, ronda los 7,2 l/100 km. El sistema Mild Hybrid ayuda en algunas fases, pero su aportación no cambia la experiencia global. El protagonista es el motor térmico, y lo es para bien. Tiene empuje, suena bien y da la sensación de estar conduciendo algo más grande, más serio, más sólido que lo habitual en este segmento.

En marcha, el CX-80 destaca por una pisada estable. El tarado de suspensiones tiende a firme, quizá demasiado en algunos baches cortos, pero en general el conjunto se siente bien equilibrado. La dirección es precisa, sin excesiva asistencia, y aunque el coche pesa más de dos toneladas, transmite seguridad. No cuenta con suspensión adaptativa, algo que quizá se eche en falta en viajes largos o carreteras deterioradas, pero la estabilidad compensa esa ausencia.

En maniobras más exigentes, como esquivas rápidas o curvas enlazadas, el eje trasero se muestra ágil, incluso más de lo esperado. No hay balanceos excesivos y la tracción total se encarga de repartir el par con inteligencia. La sensación es de tener todo bajo control. Mazda ha afinado bien este chasis, y se nota que la plataforma ha sido pensada para motorizaciones longitudinales de gran tamaño.

El interior es otro de los puntos fuertes. Aquí sí hay un salto cualitativo notable respecto a otros modelos de la marca. No solo por los materiales, que combinan madera natural, tejidos agradables al tacto y plásticos blandos, sino por el diseño sobrio y funcional. Todo está donde debe. Los mandos fijos para la climatización, el selector rotatorio para el sistema multimedia, y la instrumentación clara permiten centrarse en la conducción.

A bordo hay mucho equipamiento, desde el sistema de audio Bose en versiones altas, hasta el Head-up Display, el climatizador trizona o el ajuste eléctrico con reconocimiento facial. Este último ajusta asiento, retrovisores y climatización al detectar al conductor. Un gadget curioso que funciona sorprendentemente bien. También hay conectores USB-C en todas las filas, cortinillas para las ventanillas traseras y techo panorámico.

La versión diésel está disponible desde 61.598 euros. En este rango de precios, compite con modelos como el Hyundai Santa Fe, el Kia Sorento o incluso versiones básicas del Audi Q7 o el Volvo XC90. Frente a ellos, el CX-80 responde con una propuesta menos llamativa, pero más coherente. No tiene el logotipo más aspiracional, pero su conjunto mecánico y de calidad general convence.

Las ayudas a la conducción están presentes, aunque no sobresalen por innovación. Incluye control de crucero adaptativo, asistente de mantenimiento de carril, frenada de emergencia, detección de ángulo muerto y cámara 360º. Todo funciona de forma suave, sin intervenciones bruscas, lo que se agradece en viajes largos. No hay conducción semiautónoma avanzada, pero tampoco parece necesaria.

En el día a día, este Mazda convence por amplitud y facilidad de uso. Es largo, sí, pero su visibilidad es buena y la dirección, acompasada por sensores y cámaras, permite maniobrar sin agobios. La ausencia de puertas correderas traseras se nota en ciertas situaciones urbanas, pero su acceso no es especialmente complicado. Eso sí, el peso y el volumen se notan al aparcar o moverse por calles estrechas.

Lo que más se valora al final es la sensación general. Es un coche que transmite empaque. Todo suena sólido, todo encaja, todo tiene sentido. No hay ruidos parásitos, el aislamiento es bueno y los asientos invitan a hacer muchos kilómetros sin fatiga. Quien busque un coche para viajar, con espacio, con una mecánica que no obligue a enchufarse cada noche y con la seguridad de una marca que ha apostado por hacer las cosas con calma y sin sobresaltos, encontrará en este CX-80 diésel una opción muy razonable.

En definitiva, Mazda ha firmado aquí el mejor SUV que ha puesto en el mercado europeo. Es un modelo con carácter propio, sin artificios, pensado para durar y que, probablemente, gane valor con el tiempo en lugar de perderlo como otros rivales. No es perfecto, pero sí muy recomendable para un tipo de cliente concreto: el que prioriza calidad, sencillez, motor y espacio por encima de pantallas, efectos o modas pasajeras. Y eso, a estas alturas, tiene mucho mérito.

más pruebas

noticias

vídeos