La historia de la personalización en Porsche comenzó de forma discreta, mucho antes de que Sonderwunsch y Porsche Exclusive Manufaktur tomaran forma. Ya en los años 50, los primeros encargos especiales dejaron ver el interés de algunos clientes por adaptar sus vehículos a gusto propio. El caso más temprano registrado fue el de Alfried Krupp, quien en 1955 solicitó un limpiaparabrisas trasero para su 356 A Coupé, un elemento inusual en una época en la que hasta una radio suponía un lujo.

Poco a poco, el deseo de individualización fue extendiéndose. En 1962, el mismo Krupp quiso repetir su petición para su 356 B Carrera 2, aunque esta vez el reto fue mayor. La luneta trasera era más amplia y el montaje del limpiaparabrisas implicó taladrarla. Varios cristales se rompieron antes de lograr una instalación funcional.

Ya en 1968, Porsche adaptó un 911 S para el rally Londres-Sídney. Para afrontar el recorrido extremo, se añadieron escapes elevados y una estructura tubular externa que protegía de vuelcos y animales salvajes. Ese tipo de proyectos sentó las bases del futuro departamento de competición para clientes, creado en 1973.



La transformación del 917 KH para carretera en 1975, por encargo del conde Teofilo Guiscardo Rossi di Montelera, supuso otro desafío técnico. Se adaptó con intermitentes, retrovisores y silenciador, y se matriculó finalmente en Alabama. Más tarde, un segundo ejemplar fue entregado a un cliente alemán.
En los años 80, la personalización se consolidó como parte de la identidad de la marca. El empresario Mansour Ojjeh impulsó en 1983 el 935 “Street”, un 911 Turbo transformado con pintura Candy Apple, interior en cuero color Creme Caramel y detalles en madera. Esta creación desembocó en la fundación oficial de Porsche Exclusive.

Otro ejemplo de esa década fue la serie de siete Porsche 959 encargados por un miembro de la familia real catarí en 1989. Con interiores de piel de búfalo a juego con colores exteriores únicos y detalles como tubos de escape bañados en oro de 24 quilates, reflejaban hasta el último matiz del gusto de su dueño.

La iniciativa “most personal car” de 2004 mostró hasta dónde podía llegar el equipo de diseño. Carlo Rampazzi presentó un plato de porcelana naranja como inspiración para su 911 Turbo Cabriolet. Así nacía uno de los ejemplares más singulares jamás fabricados por la marca.

En 2014 se presentó el Panamera Exclusive Series, limitado a 100 unidades. Cada coche fue pintado a mano para lograr una transición perfecta entre el negro metalizado y el marrón Chester, y el interior lucía cuero Poltrona Frau. Esta serie también estrenó un sistema de entretenimiento con cámara y DVD integrados para los asientos traseros.

El Sonderwunsch revivió oficialmente en 2021, y desde entonces ha retomado encargos únicos como el 911 Sport Classic o el Classic Club Coupé. El Taycan Turbo S diseñado junto al artista Ding Yi, o el 928 S personalizado por Álvaro Soler en 2024, muestran que la creatividad de los clientes sigue siendo el motor principal de esta división.
Cada proyecto comienza con una idea, que se evalúa en conjunto con diseñadores e ingenieros. Tras un proceso que puede durar meses, el resultado es un vehículo único, desarrollado con el mismo rigor que cualquier modelo de producción. El cliente participa activamente en todo el proceso. Algunos traen bocetos, otros solo una sensación. Incluso recuerdos personales pueden servir de punto de partida.

En definitiva, Porsche ha hecho de la personalización una parte integral de su ADN, con un equipo capaz de convertir ideas en realidades, ya sea en un coche de calle, un modelo histórico o un deportivo completamente nuevo.